Tre Cime di Lavaredo

Tre Cime di Lavaredo
Tre Cime di Lavaredo (Rifugio Lavaredo - 2344 m.)

divendres, 11 d’octubre del 2013


Alpes italianos
Ruta por los montes Dolomitas

El viaje desde Trento hasta Bolzano descubre pueblos y valles alpinos
Por Josep M. Palau, ViajesNG nº 146


El horizonte de la región italiana de Trentino-Alto Adigio lo domina la impresionante cadena de los Dolomitas, la cara amable de los Alpes. Sus amplios valles cubiertos de bosques y prados se abren http://redaccion.nationalgeographic.com.es/articulo.aspx?id=6347hacia el sur, por lo que son más cálidos que los del norte, calidez que se refleja en el carácter de quienes atienden los bivacchi, típicas cabañas de monte que sirven comidas a los esquiadores en invierno y a los excursionistas en verano. Pero por encima de todo, la ruta desde Trento hacia Bolzano supone conocer dos culturas, ya que aquí se mezclan los aires del Mediterráneo con los del Tirol.

El paseo por la ciudad de Trento empieza en la plaza del Duomo, que exhibe una fuente dedicada a Neptuno pues su tridente evoca el nombre de Tridentum que le dieron los romanos. Justo enfrente se alza el Duomo o Catedral, de estilo románico y consagrada a San Vigilio, al que se dedican las fiestas medievales del mes de junio. Destaca la torre almenada, que protegió los debates del famoso Concilio de Trento (1545-1563), punto de partida de la Contrarreforma de la Iglesia católica. De la plaza brota la Via Belenzani, flanqueada por edificios renacentistas de estilo veneciano, con frescos en las fachadas. El conjunto se cierra con el castillo del Buonconsiglio, residencia de los príncipes-obispos entre los siglos XIII y XVIII para guardar la frontera norte del país.

Las viñas de Cembra
Siete kilómetros al sur de Trento se encuentra Garniga Terme, localidad famosa por sus baños terapéuticos de heno fermentado, una costumbre tirolesa. En dirección contraria, a media hora, el pueblo de Cembra señorea una comarca productora de vinos desde el siglo IV a.C. A medida que se avanza, las terrazas escalonadas donde crecen las cepas dejan paso al bosque, hasta que de pronto se abre un claro en el que aparecen las Pirámides de Segonzano. Diversos pilares de roca de hasta treinta metros de altura, a veces coronados por peñascos en precario equilibrio, se alzan dispersos como resultado de siglos de erosión. Tras disfrutar de esta visión onírica, la carretera serpentea a lo largo de una treintena de kilómetros más, dejando a la izquierda las altas coníferas del Parque Natural Monte Corno.
Al poco surge la ciudad de Cavalese, la más bonita del valle de Fiemme. Sus casas son típicas de la arquitectura tirolesa, con balcones de madera para disfrutar del sol y grandes aleros inclinados. El buen tiempo hace que los prados que rodean Cavalese se pinten de morado con la genciana, de naranja con la liliácea y de rosa con la garra del diablo. Por allí corren los corzos y las gamuzas, a salvo tras la desaparición del lobo. En tan idílico panorama sorprende ver de vez en cuando una trinchera abandonada, ya que en los Dolomitas se libraron grandes batallas entre el ejército italiano y el austrohúngaro durante la Primera Guerra Mundial.

Desde Cavalese y siempre hacia el nordeste, la carretera se adentra en el valle de Fassa durante una hora hasta alcanzar Canazei, localidad vacacional situada a los pies del grupo de picos más altos de los Dolomitas. El paisaje deviene más y más espectacular, pero conviene detenerse en Vigo di Fassa antes para conocer el Museo Ladino. Los ladinos son un grupo étnico que habita en el Alto Adigio o Südtirol y que todavía habla una lengua retorromance, compartida con los vecinos del Tirol austriaco, a quienes apoyaron durante la Primera Gran Guerra. Los hombres visten de forma habitual un calzón corto con peto y las mujeres, el corpiño con forma de corazón.

De Canazei parten los remontes que permiten la práctica del esquí o del montañismo, según la temporada. El mirador panorámico más famoso es el de Col di Rossi, situado a 2.280 metros de altitud y accesible en funicular desde Via Pareda. La terraza se ubica entre las moles del Sella al norte y de la Marmolada al sur (3.343 m). Éste es el pico más alto de los Dolomitas, seguido por el Sassolungo (3.181 m) y Le Cinque Dita, que recuerda los dedos de una mano. La belleza del conjunto solo es igualada por los pasos de montaña del citado Grupo del Sella, que en invierno ofrece un dominio con 1.200 kilómetros de pistas, y en verano una red de senderos sin fin.

Entre cimas de coral
Estos macizos, que se recortan verticales en medio de los valles, emergieron del fondo del mar. Tal y como descubrió el geólogo francés Déodat de Dolomieu a finales del siglo XVIII, las crestas son en realidad un gigantesco arrecife de coral desgastado por los glaciares; la cadena fue bautizada en su honor. A pesar de no ser tan altas como las cumbres del Sella, las aisladas Torres de Vajolet son una de las excursiones más populares de la zona de Canazei. Emplazadas unos treinta kilómetros al oeste de la ciudad, sus alturas se tiñen de rojo al atardecer debido a la composición de la piedra, un fenómeno que recibe el nombre de enrosadira.

A sus pies se extiende la región de Alpe di Siusi, famosa por sus prados, granjas y pueblos con iglesias de cúpulas en forma de bulbo. Aquí conviene olvidarse del capuccino y optar por el deutscher kaffee y la sachertorte, el café y la tarta de chocolate al estilo alemán. En cuanto a platos principales, si en el Trentino destaca la polenta de harina de maíz, en el Alto Adigio las estrellas son las sopas tipo gulasch y los canederli, bolas de masa de pan que sustituyen a la pasta.

El límite entre ambas cocinas se halla justo en Bolzano. La capital del Südtirol se fundó en la Edad Media y alcanzó fama en la época carolingia por sus vinos. La importancia del producto se plasmó en las figuras talladas en una de las puertas del Duomo. Desde la catedral, varias calles con soportales como la Via Goethe desembocan en la Piazza delle Erbe, donde se celebra el mercado, un lugar delicioso para acabar este viaje.